martes, 14 de abril de 2009

Gente menuda...

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1 comentario:

Wenceslao Mohedas Ramos dijo...

Viendo esta bella foto de la maestra con su grupo de gente menuda, me ha venido a memoria un poema que compuse al maestro con los recuerdos de mi etapa menuda y de mi maestro extremeño. Quise hacer con el poema un homenaje a esa persona generosa,altruista y quijotesca... que dedica su vida a "desfacer entuertos", proteger y enseñar a los débiles a hacerse fuertes, a hacer mujeres y hombres de la gente menuda y a luchar contra los molinos de viento de la ignorancia y la incultura, con el "arma" pacífica de su pluma (espada) y su libro (escudo). Espero, Mari Carmen, que te guste este poema de homenaje al maestro/a. Saludos cordiales y amistosos de

Wenceslao Mohedas Ramos
Jaraicejo (Cáceres) / Barcelona

A MI MAESTRO EXTREMEÑO

Por maestro, por “padre”, por amigo,
te dedico este lírico homenaje:
un poema compuesto con bagaje
de recuerdos, vivencias... que bendigo.

Me sembraste, maestro, la semilla
del cultivo ideal, que es la cultura,
en parcelas mentales con ternura,
con el lápiz, la goma, la cartilla...

Dirigiste mis pasos inmaduros
por las sendas angostas de las frases
y, al compás de tus pasos y tus clases,
fui ganando horizontes más seguros.

Me enseñaste a soñar con otros mundos
más allá de costumbres y rutinas
y a volar tal las leves golondrinas
por azules celestes más profundos.

Me alumbraste –tal faro- mi sendero
en la noche sin luna de mi infancia;
disipaste mis sombras de ignorancia
con la luz de tu espíritu sincero.

Me rompiste en pedazos la pereza
- telaraña en las mentes infantiles -;
deshilaste los hilos tan sutiles
de la venda interior de mi cabeza.

Me iniciaste en el culto a los saberes
en el templo sagrado de la escuela;
despertaste mi mente en duermevela
con la espuela especial de los deberes.

Me libraste con libros del hastío
de esas almas vacías de inquietudes,
cultivando cosechas de virtudes
culturales en campos de baldío.

Me colmaste el vacío recipiente
de mi mente sedienta de sapiencia
y calmaste de angustias mi existencia
con efluvios fluviales de tu fuente.

Me prendiste la llama del lirismo
-¡fervorosa pasión por la poesía!-
que tornó mi tristeza en alegría
y, en amor solidario, mi egoísmo.

Me plantaste ilusiones, ideales,
sentimientos... en tierra de bonanza
y ya apunta hacia el cielo mi esperanza
por encima de bienes materiales.

Resolviste las dudas, los problemas
que cubrían mi vida de ceniza;
con la nívea blancura de tu tiza,
me pusiste en claro mis dilemas.

Tú le diste a mi vida otro sentido
más ameno, más pleno, más sublime
y mi pluma, maestro, te redime
de las sombras voraces del olvido.

A tan alta labor, qué bajo precio;
tu sudor interior no ve el ingrato
y te paga tu esfuerzo tan barato
por cosecha invisible para el necio...

Tu recuerdo indeleble va conmigo
como un grato e ingrávido bagaje
y estos versos son lírico homenaje
al maestro y al padre y al amigo.

Wenceslao Mohedas Ramos